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Un legado disperso
Informe del asedio — Día 3
Estado: horrendo. Impactos hoy: 17
(La sección inferior se garabateó con prisas)
Ha desaparecido. Desmenuzado como el algodón. Sus catapultas son pura maldad. Fuego marchito, azul brillante y nebuloso. Un hedor putrefacto. Se desconoce la cantidad. Son demasiados. Los lidera Vorgoth. Se acerca.
Unas botas pesadas aplastaron el cráneo de Caden. Se perdió en la tierra, entre el lodo y el barro. Todo estaba cubierto de rojo. Una ola de acero que penetró en la plaza del mercado, inundándola. Mis hermanos están abajo, gritando. No hay forma de bajar. Hay mucho ruido y gritos. No lo soporto. Ay, señor...
Por favor. Solo soy un escudero. Por favor, no me aplastéis la cabeza
Caden, lo siento mucho.
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Página 1
Los invasores han tomado la plaza
Los soldados de infantería deben de estar marchando hacia el puerto. Se agolpan en la puerta, sin duda. Menos mal que he llegado a tiempo a mi ático secreto. Desde aquí no veo nada, pero los oigo. Su señor, el Guardia del Norte, corea algo siniestro y maldito. ¿El cielo se mueve? No, ¡son las nubes! Un velo brumoso con franjas de luz azulada y de colores. Qué demonios...
Voy a asomarme. Lo veo. Los adoquines se desgarran como carne repugnante. Se está quitando los guantes. Por los Antiguos, sus manos. Parecen congeladas y muertas. Como carne podrida conservada. ¿Está resucitando algo de la tierra? No veo nada. Tengo que inclinarme un poco más.
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Página 2
Estamos encerrados
Esos malnacidos cerraron las puertas del centro de la ciudad. ¡Nos dejaron aquí a los pobres para que nos pudramos! No se saldrán con la suya. El ejército de Vorgoth los atrapará. Espero que ardan. ¡Que Gormander pruebe el cobre y el acero!
Yo no caeré tan fácilmente. Me he escondido, pero aún no me he recuperado de esa maldita enfermedad del invierno pasado. Si mi cuerpo me falla ahora, si estornudo, si gruño mientras los norteños merodean fuera, estas cloacas serán mi tumba.
Estoy temblando. No son escalofríos. Algo no va bien. Hay... Hay viento aquí dentro. No. Se oye una respiración. Aquí dentro, y la siento afilada como una cuchilla. No veo de dónde sale ni de qué.
Está en mí.
En mi garganta, tan fría.
Es ácido. Es peor. Peor que la cloaca. Ayuda.
Parece invierno otra vez.
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Página 3
Hoy regresamos a la tierra
Jamás pensé que presenciaría una guerra (o más bien una invasión en vivo) en el último de mis cansados días.
He enterrado a muchos. Confieso que guiar a la gente en su último viaje me reconforta. Tras tantos últimos adioses, hoy pronuncio el mío.
El ejército del norte ha atravesado las puertas. No podemos refugiarnos en el castillo... Gormander cerró todas las puertas y bajó todos los portones. Eso no detendrá a la horda. Descubrirán cómo entrar. Los Antiguos nos conservan, el Velo se cuela en nuestro interior. Algo gotea desde arriba.
Si alguien lo encuentra, si queda alguien, quiero que me entierren junto a mi mujer y mi hijo bajo el antiguo roble.
Dejad la lápida en blanco.
No tengo nada más que decir.
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Página 4
Zarpando
Dondequiera que haya huido (si es que lo ha hecho), Gormander está solo. O con otra cortesana.
La ciudad está empapada. Destruyeron la muralla a primera hora de la mañana y ahora cubren la ciudad de una nebulosa espesa y sofocante, con los colores de las plumas de avestruz. Estoy aquí encogida de miedo, sola, por primera vez en años. Como una niña pequeña.
Mi corazón revolotea como un canario enjaulado. Debería haber huido y fletado un barco. Robarlo. Al fin y al cabo, sé cercar y leer un mapa. Quizá no sea demasiado tarde.
Aún podría despertarme con el azul del océano y sentir la sal en la piel. Ver sirenas y cantar en los muelles, en voz alta, ¡por fin! Quiero morir en una tormenta, en un estallido, ¡no en una torrecita solitaria!
No te rías de mí. Me siento tan pequeña...
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