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Carta a un antiguo amigo
Ser bendecido por la Llama
Al principio, me salvaste. Los otros niños se reían de mí cuando no sabía leer ni escribir. Tú los tirabas al suelo, riéndote de ellos, y me leías cuentos hasta que aprendía las palabras. Eras más inteligente y más valiente. Luego, fuiste mi amor. Cogidos de la mano junto al lecho del río, me declaré. Me rompiste el corazón, como el ardiente torbellino que eres. Te perdoné. ¿Cómo no iba a hacerlo? Al menos fuiste sincera. Ahora, ¿qué eres? Una cáscara hueca, quemada por la ira. No queda nada de la mujer que una vez amé. Ya te dije que no lo hicieras, pero nunca me escuchas, ¿verdad?
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