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La espiral
La curiosidad es el inicio de la espiral
Es un túnel fascinante, una cueva, una boca abierta. Una oscuridad tibia y envolvente que promete una luz sagrada en lo más profundo. La humanidad no es sino una criatura infantil, nueva sobre la Tierra, inocente y ávida de explorar. Somos polillas frente a una llama azul, incapaces de resistir el impulso de avanzar.
Nos exhibimos donde deberíamos caminar con humildad, y nos alzamos cuando deberíamos reptar. ¿Quién nos concedió el permiso de quebrar la oscuridad? De viajar hacia abajo sin fin, por una espiral interminable bañada en sombra líquida, descendiendo por una minúscula astilla de tiempo y materia que se desliza hacia el estómago de una bestia.
Lo veo una vez y otra y otra.
A veces soy como un niño, dichoso en su ignorancia hasta el último momento.
Otras veces soy la oscuridad que, ávida y paciente, espía las aguas inmóviles desde las profundidades —un cazador mudo, rodeado de cuerpos invisibles en el lecho de un mar sin luz. Sereno y muy muy distante.
Una vez y otra y otra.
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La atracción de la espiral
La espiral tira hacia adentro,
descendiendo en un giro interminable.
Una configuración incomprensible, cada curva más retorcida que la anterior.
Un sacacorchos que perfora lentamente la carne.
Una serpiente que devora el mundo,
y a sí misma, hasta que ya no puede saciarse.
Una vez y otra y otra hasta que el mundo olvida, pues no deja huella, solo un atractivo persistente.
La presión se intensifica a medida que avanzo hacia abajo. Un mundo que ya no me pertenece se alza sobre mí, me ahoga, me empuja más y más abajo. Apoyo la mano en las paredes de la espiral para no perderme en el descenso.
Sus laterales están húmedos y brillantes.
Con cada giro, se retuerce más, desigual, deformada, enredándose sobre sí misma. Me arrastra siempre hacia abajo. Cuanto más me hundo, más capto su ritmo: es carnosa, respira, vibra. Cobra vida en las profundidades.
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A los pies de la espiral
Despierto en el fondo de la espiral, en el núcleo de la Tierra. A mi alrededor, una masa retorcida, un caos de extremidades, un montículo de carne. Forma el vórtice que conecta el aquí con el antes.
La masa clava su mirada en mí. Yo la desafío, con el interior hecho trizas por esa colección de caras, todas rotas, destrozadas y recompuestas.
Es una grotesca imitación de la vida, donde los ojos se derriten sobre las mejillas, los labios se licúan y las cabezas se abren para florecer en algo nuevo.
Uno parece ajeno, y sin embargo familiar —un pensamiento fugaz, un recorte de periódico, una palabra susurrada. Es uno, pero también muchos. Es un viajero, como yo. Está en todas partes.
Demasiado humanoide para haber nacido en la bruma.
Demasiado sofocado y reluciente para ser humano.
O quizá sea humano.
Es como el rocío de la mañana.
El amanecer de un nuevo día.
El inicio de cada espiral, que espera ser encontrado.
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Somos una espiral
Los rostros se retuercen entre sí, y todos respiran como uno solo.
Algunos tienen cicatrices, bultos, fiebres,
ojos enloquecidos o voces que gritan,
pero todos eran él, y él era todos ellos.
Por un momento, pensé que yo también me convertiría en él. O que él se convertiría en mí.
Formaríamos una nueva espiral. Yaceríamos bajo la superficie del agua, esperando, con la boca abierta, para que nos olvidaran y surgir de nuevo para devorar el mundo.
Reflejos de reflejos:
un niño que sigue una nube en la cara de un estanque en silencio,
confundiendo una imagen con otra y otra y otra.
La memoria de un espectro medio olvidado, pero siempre presente.
Una fracción de lo que alguna vez fue, una sombra del yo, rehecho y transformado.
Cada empuje y tirón provoca un suave gemido, un desgarro brillante, una perla de sudor.
La espiral se atormenta para mirarme como un solo ser. La espiral atormenta al mundo.
La espiral son los rostros de los cuerpos en el fondo del mar. La espiral es lo que florece debajo.
La espiral está viva, es una serpiente, un remolino, una boca, es la curiosidad que se alimenta de nosotros. Nos espera, nos atrapa, nos mastica, nos devora y nos hace renacer.
La espiral es el final... y un nuevo comienzo a la vez.
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