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Viaje de Jezmina a la Ciénaga negra
Una puerta para encerrar toda luz
Siempre imaginé a los Antiguos como un monolito. Una red de luces, semejantes a estrellas en la noche, enlazadas por la sabiduría y la Llama, pero ahora veo que están mucho más fracturados de lo que pensaba. Los Antiguos "jóvenes" que me acompañan me explicaron que sus mayores, los "Empíreos", crearon este Santuario nocturno. Es anterior al Velo, y su interior albergaba un vasto conocimiento humano, ofrecido como sacrificio o a modo de trueque. Ni la Llama ni la luz del sol penetran aquí, por lo que resulta ideal para alojar una de nuestras urnas de cenizas. Hemos preparado las trampas para que se activen al llenarse la urna. Con suerte, eso bastará para protegerla, incluso cuando el Velo cubra el valle. Al dibujar las constelaciones sobre la puerta, percibo un deseo desesperado, un impulso que me arrastra hacia las estrellas. No logro descifrar el rostro de mi compañero de viaje, pero su silencio lo traiciona. Él también lo percibe. Es una lástima que no vaya a encontrar otro Santuario nocturno tan pronto. Los Antiguos dicen que existe un refugio aún más escondido, oculto en las profundidades de la Ciénaga negra, una tierra que siempre creí olvidada. Cuanto más descubro, menos entiendo. — Reina Jezmina
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Jamás vi nada más bello
No hay cuadro, melodía o puesta de sol que pueda compararse a la belleza de este páramo indómito. El verde exuberante de las viñas me recuerda a mi hogar antes de la sequía. Sin las indicaciones de los Antiguos, seguramente me habría perdido. Les agradezco su guía, pero siento lástima por toda la gente que dejé atrás... Por desgracia, esta misión es importante. Debemos repartir las urnas de cenizas alrededor de Valle Ascua por cada alma que no pueda llegar a las Tierras Primaverales a tiempo. Los Antiguos quieren "enviar una señal a los dignos" cuando cumpla mi cometido, pero me pregunto qué quieren decir... Aunque colaboremos estrechamente, guardan sus secretos con recelo. — Reina Jezmina
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Llamamiento a los dignos
No sabía que los Antiguos erigieron estructuras aquí. Mi madre, la reina Gallarda, llamó a la Ciénaga negra una tierra de nadie. ¿Acaso me ocultaba cosas? Colocamos una urna dentro del edificio principal y descubrimos a qué se referían con lo de "enviar una señal a los dignos". Los Antiguos formaron un círculo y extendieron las manos hacia el firmamento. Uno de ellos habló en una lengua extranjera mientras la constelación del cielo nocturno cambiaba. Primero, las estrellas empezaron a titilar y, luego, a contraerse. Me pareció ver el cielo fracturarse en mil pedazos, repleto de puntitos brillantes que reflejaban la luz de mis ojos como un caleidoscopio. Era una clara refracción de todo, simétrica y divina. La luz abrumó mi visión mientras mi cabeza empezó a dar vueltas, y caí al suelo, donde más tarde desperté. Mi madre y yo deberíamos guardar estos secretos. — Reina Jezmina
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