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El sucesor
Sangre antes que sabiduría
Nuestro Erudito del Empíreo se desvanece. Ahora sus pasos son más lentos, ya no logra recorrer los Santuarios nocturnos como antes. Ha sido nuestro guía durante décadas, y en todo ese tiempo hemos presentado estas ofrendas. Pero en los últimos tiempos, la duda ha empezado a crecer entre nosotros. Los Antiguos no han regresado. No en veintidós años. Su ausencia alguna vez pareció sagrada. Ahora, se percibe como un abandono. Y hoy, abandonado por los Antiguos y cargando con el peso de tomar la decisión solo, el Erudito nombró a su sucesor. Su propio hijo. El anuncio se dio sin ceremonia, sin consejo, apenas un decreto susurrado por labios que ya se desvanecían. Pero apenas conocemos al muchacho. No es un sabio. Jamás ha pisado los Santuarios en soledad. Algunos bajaron la cabeza, todavía aferrándose a la vieja reverencia, pero la mayoría mantuvo la mirada en alto, con los ojos cargados de duda. ¿Así es como termina? Temo que los Antiguos no vuelvan a bendecirnos con su presencia.
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