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La sabiduría de los Santuarios nocturnos
Una vela en el viento
"Mi existencia se mide en horas, y mi propósito es ser consumida. Si estoy delgada, avanzo deprisa; si estoy gorda, avanzo despacio. El viento es mi mayor enemigo. ¿Qué soy?".. Ese fue el acertijo que resolví para llegar a ser un Erudito. Y, siendo sincero, era un enigma bastante simple. "Eres una vela", pronuncié sin dar tregua a la pregunta, con la mirada aún clavada en los labios del Antiguo anciano. Jamás fui creyente. Sí, resolví el acertijo del Antiguo y me convertí en Erudito del Empíreo. Tal vez era simple curiosidad, el encanto de explorar el mundo en busca de saber; pero jamás fui un ferviente devoto de la Llama. Aun así, respondí a su llamada y llevé incontables pergaminos y secretos a los Santuarios nocturnos, acompañado de velas encendidas y mis gafas de lectura. Decían que el conocimiento se desvanecía sin dejar rastro a la luz del día, pero estaba convencido de que no era más que un simple truco de magia. Un enigma por descifrar. Una vela agitada por el viento. He permanecido en el Santuario, he escuchado junto a la puerta y he vigilado la entrada cerrada mientras descansaba, dormido, en las horas del mediodía. Jamás vi a un Antiguo ni señal alguna de engaño. Toda la sabiduría que almacenaba en el Santuario desaparecía al día siguiente. Una vez tras otra, lo único que queda es la vela. Apagada, abandonada en la oscuridad, devorada por completo.
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