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Ermitaño de amatista
¿Podrías guardarle algo de medicina al ermitaño?
Hola, Davis, espero que estés bien. Tengo una petición urgente.
¿Sabes quién es el ermitaño que vive en la montaña de detrás del barranco? Ese que aparece de vez en cuando. ¿El viejo raro ese que va cubierto de pieles y cambia amatistas por provisiones?
Vino otra vez, pero no andaba buscando hierbas, especias o verduras, sino que rogó por medicina, pero no nos quedaba nada. Y mira que traía su bolsita de amatistas bien agarrada con esas manos viejas, pero ni así.
Cuando llegue el nuevo lote, ¿puedes guardar unas cuantas tinturas para él? Ya sé que los soldados van primero, pero el pobre estaba desesperado. Reservémosle algo para la próxima vez que aparezca.
O más bien si volvemos a verlo. Un viaje como ese debe de dejarle los huesos molidos, con la edad que tiene.
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Querida Amelie:
Transcurre otro día. La nieve envuelve el mundo en un sosiego helado, y con cada latido, mi corazón se siente más cargado. Cada noche parece empeñada en superar a la anterior en crudeza. Cuánto anhelo tenerte a mi lado para que me abrigues.
Amelie, tu silla se rompió hoy. Intenté repararla, pero esta espalda mía ya no sirve para esas tareas. Aun así, no fui capaz de deshacerme de ella. Ahora reposa en el suelo, deshecha, cual reliquia inútil cuyo único uso es el de herir con la memoria. Qué día tan repugnante.
Si estuvieras aquí, sé que lograrías devolverme la alegría. Te vería entre las flores púrpura que tanto amabas, tu cabello danzando con la brisa como si fuera parte del jardín. Te girarías, y con solo mirarme, la luz de tus ojos encendería este corazón mío, opaco y cansado.
Ansío guardarte en la memoria solo como aquel torbellino color lila. Encontrarte en las flores del invierno, no entre los restos destartalados de una silla vencida.
Y sin embargo, es difícil, porque tu presencia lo impregna todo: lo bueno, y lo malo también.
Aun así, si pudiera huir contigo otra vez, lo haría. Siempre te elegiría, mi pequeña amatista.
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Amelie Reyk
Estás en cada aliento que tomo, en cada lágrima que derramo y en todos mis sueños de vigilia.
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