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Un estruendo en las catacumbas
Bestias subterráneas
Llevaba material de construcción cuando sentí un estruendo bajo mis pies. Sobresaltado, tropecé con la pesada carga y caí al suelo. Debo de haberme golpeado la cabeza con la piedra... Cuando desperté, sentí un cosquilleo en la palma de la mano. Algo que reptaba. Luego, una picadura. ¡Una criatura bestial había hundido sus afilados colmillos en mi mano! Me sacudí, despertado por el susto. Quería pisotearla, pero la bestia se escondió bajo tierra... ¡Construye sin mí mientras me curo la herida!
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Se arrastra por debajo de mi piel
Siento sus dientes en mi carne cada vez más. El primer mordisco no fue más que un amargo preludio de los muchos que siguieron. Temo que tengo los días contados. Mis músculos se tensan, mi piel se estira. Puedo verlos a la luz de las velas, empujando hacia fuera con entusiasmo... La catacumba me ha maldecido, porque los huecos entre mis costillas albergan mil mordiscos.
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