Por lo general, Sauce Aplastado está tranquilo cuando salgo por la ventana de mi habitación. La aldea duerme profundamente mientras desciendo por las enredaderas de la pared sur, procurando evitar la ventana que da al dormitorio de mis padres. Se me da muy bien escabullirme, y hoy dicha habilidad me ha sido útil. Entre las ramas de los árboles, vislumbré dos formas iluminadas por la pálida luz de la luna menguante. La figura más pequeña sacó un objeto de su chaleco, envuelto en una tela para protegerlo de miradas indiscretas. Cuando la silueta más grande se dejó ver tras la capa, un reflejo metálico bailó en su rostro. La figura alta asintió y sacó un pequeño saco. Algo salió mal. La sombra más pequeña arrojó el saco al suelo y pude ver decenas de relucientes monedas que clamaban, pero su voz se acalló cuando la figura alta la agarró por el cuello. La gran figura se dirigió al Confín de Maddeira, pero no la seguiré. Más vale dejarlo estar.